Durante cualquier tratamiento restaurativo, el equipo de trabajo que se maneje jugará un papel fundamental en el desarrollo del mismo; donde no solo los odontólogos, higienistas o asistentes dentales lo conforman sino también alguien que de alguna u otra manera será pilar fundamental en el éxito del mismo: El laboratorista dental.
Diseñar, programar y confeccionar restauraciones en boca debe ser un trabajo en conjunto entre odontólogos y técnicos dentales ya que el aporte mutuo de conocimientos hará mucho más predecible el desarrollo del mismo.
Comunicación: Palabra clave en el tratamiento
Si bien la labor del odontólogo es preparar un ambiente restaurativo en boca que luego debe ser transmitido a la exactitud mediante una impresión a un modelo de yeso para luego ser trabajado en un laboratorio dental, no debe caerse en el error de convertirse el clínico en un “despachador de moldes e impresiones”; gran error y comienzo del fracaso de cualquier tratamiento protésico. Cada envío debe ser detalladamente analizado y diseñado entre ambos ya que como bien se sabe uno de ellos tendrá el conocimiento biológico y clínico de la situación y el otro tendrá el conocimiento técnico y de desarrollo mecánico del mismo, recalcando que de alguna u otra manera tanto odontólogo como laboratorista deben tener bases y conocimientos mínimos a lo que se dedica cada uno para complementarse mutuamente.
Respeto mutuo por los conocimientos
El principal objetivo de cualquier tratamiento odontológico es el de devolverle al paciente salud, función y estética y para eso es necesario que el grupo de trabajo siempre se mantenga en la misma escala en una pirámide laboral. La prepotencia, terquedad y las ínfulas de superioridad no deben ser admitidas ni de un lado ni de otro, esto solo llevará al fracaso y peor aún a no cumplir el objetivo inicial que se mencionó anteriormente. Ambos deben complementarse en conocimientos y experiencia haciendo del tratamiento restaurativo un ambiente cálido y agradable de trabajo en donde todas las partes ganarán para así consolidar un engranaje definitivo en donde cada pieza funcionará milimétricamente como la maquinaria de un reloj.
Así pues, los laboratoristas dentales deben convertirse en la mano derecha y en el copiloto del clínico por el bien de los pacientes y por el bien de la odontología.
Dr. Juan Manuel Ramírez
Odontólogo Universidad Javeriana
Rehabilitador Oral CIEO